Erase una vez un Papá galan (sí, galan!) que tuvo un bebé. Papá lo cuidaba muy bien. Una de las cosas que hacia era que se comia toditas las migajas que el bebé tiraba a su alrededor, incluyendo las que tenía pegadas por aquí y por ahí. Un día, Papá vió una migaja grande y suculenta... se la comió e inmediatamente corrió al basurero a escupirla.
Moraleja: no tienes que comerte "toda" la comida que veas...